24 de julio de 2008

¿La muerte del arte?


El otro día, mientras contaba los minutos para salir de mi tedioso trabajo, me puse a leer uno de aquellos cuerpos adjuntos del diario, generalmente ignorados, sobre cultura. Venía un interesante especial sobre la nueva pintura chilena, cosa que generó un debate entre mis amigos y conocidos.

Y es que es refrescante volver a ver pinturas, en el tradicional sentido de la palabra, ya que tanta instalación y performance satura mis sentidos y, lo que es peor, mi cerebro. Porque es verdad que pueden parecer sesudas y de propuestas interesantes, pero si no se las enfrenta con un estudio previo de la vida, obra y gracias del artísta, es imposible entenderlas.

Como por ejemplo, puedo citar la exposición Multinodo/Metajuego llevada a cabo entre octubre del 2007 y febrero del 2008 por el Centro de Documentación de las Artes del Centro Cultural Palacio de la Moneda, en donde nos presentaba una especie de silla sacada de Star Trek con la cual debías navegar por una sala virtual presionando diversos objetos que eran los links, que nos llevaban a otras aplicaciones. A primera vista, uno se pregunta qué demonios es esto, para qué sirve, por qué, dios mio, se encuentra esta silla de utileria en medio de un Centro de Documentación.

Pero gracias a que en la inauguración estaba una persona que formó parte del proyecto que se rescataba, pude comprender qué era. Resulta que en el gobierno de Allende se trabajó en un sistema similar al moderno windows en donde todos los centros culturales o productores de cultura, ciencia, etc, estuvieran ingresados en una base de datos que se podía compartir con otras partes del mundo, como Suecia (creo), en donde estaba la casa matriz del proyecto... eso suena muy interesante si me lo explican tan claramente como lo hizo esta persona, pero no es la gracia.
(Tal vez este ejemplo no se aplique bien a lo que es instalación y performance, ya que es una reconstrucción de lo que fue un proyecto casi histórico... así que podríamos llamarle instalación documental.)

Estamos en un período en que el arte ha alcanzado el clímax de la teorización y, por eso mismo, de la elitización. Si una persona normal se para frente a la performance que la conocida escritora Marcela Serrano efectuó cuando era alumna de la Universidad, tal vez la encuentre una adolescente con déficit atencional o una "emo" con exhibicionismo (se paró desnuda pintada completamente de blanco en medio de una sala blanca. Pueden revisarlo en La Parrilla, de Adolfo Pardo, Talleres del Mar, Santiago, 1981. Colección Cuadernos Marginales. 72 páginas, y en un texto que no recuerdo cuál era, pero creo que fue Vía Pública, de María Eugenia Brito, Ed. Universitaria, 1984).



Pero un entendido en arte podría sacarle todo el rollo sobre la pérdida de la identidad (cuerpo blanco mimetizado en la sala blanca) en pleno período de dictadura. Es por eso que las palabras casi herejes que Hegel dijera un día sobre la muerte del arte a causa de su textualización en vez de su materialización (o sea, la teorización antes mencionada), se están volviendo realidad.


Sin embargo, al parecer el inefable péndulo de Wölflin se está inclinando nuevamente por un período clásico, después de permanecer mucho tiempo en un periodo barroco. Por eso, ver obras de arte en formatos clásicos, realizadas por el simple placer de hacer arte por el arte, es refrescante, aunque haya algunos estandartes emblemáticos del medio que se nieguen a aceptarlos por tachar a estas nuevas promesas de la pintura como "sin contexto" o que son sólo una demostración de buena técnica.



Pero, yo concuerdo con lo que Ignacio Gumucio dice, sobre lo de la búsqueda del artísta visual por el contexto de su obra, que muchas veces no existe, porque el proceso creativo no lo incluye (es decir, se les ocurre y ya).

He visto sufrir verdaderas odiseas a varios amigos artístas por tratar de justificar lo hecho, pero ¿Por qué hacerlo?
Dejemos que el espectador saque sus conclusiones de acuerdo a sus vivencias y a cómo interpreta la obra de acuerdo a ellas, sin necesidad de textos al margen que lo único que hacen es entorpecer el proceso de absorción de la obra.

Por eso, celebro el surgimiento de esta nueva generación de artístas (Daniela Kovacic, José Benmayor, Patricia Domínguez, entre otros) que ha recuperado el placer de crear por crear, sin aditivos ni preservantes, ya que por ese simple hecho, el arte puede llegar a todos, sin tener que estudiar cual escolar para poder disfrutar de una exposición plenamente. Y tal vez, de este modo, podamos gozar algún día de una sociedad en donde la cultura esté arraigada de verdad y no destinada a una elite.

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